No hace ni un mes que he presentado por vez primera Hasta el mojito siempre y me despierto hoy con la noticia de la muerte de Fidel. Sucedió ayer, justo en el Black Friday, jornada que es bandera del capitalismo que tanto combatió. Menuda ironía del destino. Fidel ha sido el revolucionario de mayor éxito del siglo XX. Ha sobrevivido a multitud de enemigos internos y externos, ha evitado ser destituido o purgado y ha fallecido con 90 años de edad. Veo imágenes llegadas desde Miami con cientos de personas, botellas de champán en mano, que celebran la desaparición del Comandante. Raúl Castro, casi a la misma hora, emite el comunicado oficial vestido de militar. Con un sonoro “¡Hasta la victoria siempre!” remata su discurso-obituario. Ha sonado a ultratumba.

La desaparición de Fidel obliga a una reflexión que eche la vista atrás y otee el futuro. Esta mañana he contactado con un gran amigo cubano. Le he pedido una valoración en caliente, que abriera la boca y soltara todo lo que se le atropellase en la cabeza en un día tan señalado. Esto me ha dicho: “Se fue cuando no me lo imaginé, alguien me dijo murió Fidel y no pensé que fuera Castro, sino un viejo y querido colega que también se llama así. Pero no, era Castro y la verdad es que no supe qué decir; de golpe mis contradicciones y mis apegos hacia él competían en busca de una supremacía tan vana como la existencia de todos. A Fidel le debo haber nacido, haber estudiado, ser profesor de una universidad africana y trabajar para Naciones Unidas. Me beneficié mucho de su obra, es cierto, pero también la padecí. La balanza no está hoy a favor ni del disfrute ni del sufrimiento, se queda en una suerte de equilibrio que me es difícil explicar: lo que tengo dentro no lo entendería nadie o yo no sé cómo expresarlo”. Amén.

Leo ahora a la excelente periodista cubana residente en España Grettel Reinoso, que pone calidad literaria al momento histórico. “Hoy se me hace raro saberle ausente, aunque de una forma u otra, todos llevamos a Fidel en nuestras vidas, para bien o para mal. Unos con devoción, otros con odio. A cada cubano le toca una dosis de Fidel, en vena, a granel, y cada cual sabrá qué hace con la suya. La Historia, ésa que absuelve, dirá exactamente cuándo Cuba deja de ser la Cuba de Fidel -si no ha dejado ya de serlo- y la verdad es que me cuesta imaginar cómo será el país en el que crecerán esos cubanos del futuro. Será, sin duda, un país diferente”.

Ítem más. Otro amigo cubano, residente en la isla (omito nombre y apellidos), se muestra mucho más crítico y admite a compartirme sus sentimientos. “Fidel Castro ha muerto. Toda una vida deseando escuchar esa noticia e imaginando cuánto la celebraría. Toda una vida esperando sentir alivio cuando esa sombra larga y oscura desapareciese. Sin embargo, Fidel Castro ha muerto, y no siento nada. No encuentro un solo motivo para celebrar. Fidel Castro ha muerto y una vez más se salió con la suya. Murió sin ser juzgado y sin responder ni por uno solo de sus crímenes. Fidel Castro ha muerto, pero su muerte no alivia en nada mi pena. Yo sigo llevando conmigo el dolor y el luto por lo que ese monstruo le hizo a mi país”.

Paralelamente, el discurso oficial del sistema trata de cerrar filas y de ofrecer una imagen monolítica, ergo oficialmente todos sin excepción lloran a Fidel. El Granma recoge montones de testimonios sobre la muerte del “ejemplo de ética y patriotismo” que fue el Comandante. Rescato uno: “Para Antonio Marrero Duvergel, corresponsal de Radio Rebelde en Guantánamo, Fidel ha sido el más grande estadista de la Historia: estratega militar, político insuperable, conductor de multitudes, estudioso insaciable, conocedor de la ciencia, la economía, el deporte, la cultura, el medioambiente, excelente orador… paradigma mundial del internacionalismo y con un corazón que siempre latió al lado de los pueblos, de los desposeídos. Por todo ello su obra ha trascendido a todo el orbe y perdurará eternamente entre los revolucionarios”. En fin, lo previsto.

La versión que más me complace es la de mi mejor amiga en La Habana. Más cubana no puede ser. Ojo a lo que me cuenta: “A la pregunta de si la Historia lo absolverá, te respondo que, como se ha demostrado muchas veces, la Historia la cuentan los que vencen, y aquí aún no sabemos quién triunfa; yo creo que faltan años para saber esa respuesta. El día en el que hemos conocido la noticia no está nada agitado; contrario a lo que la gente puede pensar, aquí hay una calma enorme, quizás una calma inquietante, a lo mejor la calma que provoca la incertidumbre. La gente en la calle no habla del tema; los extranjeros sí, a ellos les parece un acontecimiento. A los cubanos ni les merece mucha mención, y por supuesto, nadie habla de cambio. Aquí habrán nueve días de duelo, como si no bastara, la televisión pasa todo el tiempo cosas de tipo patriótico y se habla de Fidel en presente, como si estuviera vivo aún, nada más cierto teniendo en cuenta que el sistema que impuso sigue con extrema salud”.

 

Este texto es un breve resumen de un anexo que saldrá en la segunda edición de Hasta el mojito siempre.