Será que me estoy volviendo un cascarrabias o que no me acobardo ante mis propias opiniones. ¿Madurez? Quiá. Lo cierto es que empiezo a coquetear con la idea de que el sufragio censitario no sea un anatema. Vayamos por partes, cual destripador: definimos sufragio censitario como el proceso electoral en el que, de manera previa, se establecen los criterios que determinaran cuáles son las personas aptas para aparecer en el padrón electoral o lista de electores autorizados. Por lo anteriormente expuesto es la antítesis al sufragio igualitario.

Mi pregunta es: si uno se prepara para una entrevista de trabajo, para un examen de conducir e incluso para una cita con pretensiones sexuales, ¿por qué demonios da igual la manera con la que se afronta una participación en unas elecciones? Si usted es un sobrado al que todo le resbala porque se cree únicamente con derechos y con cero obligaciones, pues mire: su papeleta no vale. 

La gran pregunta es cómo medimos de una forma justa y objetiva quién se ha ganado el derecho a votar (y a ser votado, oiga) y quién no. Pues propongo un examencito de nada, de tres preguntas tipo test en las que se cuestione lo básico: qué está usted votando y para qué. ¿Elige parlamentarios, primeros ministros, presidentes de República, cuánto dura la legislatura…? Por supuesto, el Estado debería prestar una ayuda gratuita para los que deseen formación al respecto. Ahora bien, si llega la hora de votar y un fulano no le ha dado la real gana de mostrar el mínimo interés o se acerca al colegio electoral sólo para hacer la gracia y votar al tuntún, pues al carajo con ese tío. No es justo que alguien que se regodea en su inutilidad decida al mismo nivel que quien sí se lo toma en serio en relación a lo que se va a hacer con los muchísimos impuestos con los que luego nos fríen. Apuesto doble contra sencillo a que esas tres preguntas de perogrullo nos limpiamos a un cuarto de electorado de esta sociedad empeñada en pensar que todo vale. 

Imagino que al bienquedismo militante este articulito sonara a chirrido. A todos los que así piensen les sugiero que inviten a que uno de estos pasotas de la nada decidan en relación a su economía familiar. Esto otro es lo mismo, pero a una escala mayor. Por mi parte, permítanme pensar que el retrasado que se dedica a pintarrajear las fachadas de mi calle y a mear en las esquinas no debería votar hasta que entienda que no puede ser un cerdo y opinar sobre los impuestos de la mayoría. Quien se entretenga en destrozar el mobiliario público, tirar la basura donde se le antoje y no aportar nada a la comunidad, pues la urna estará cerrada para su estúpida opinión.
PD: y, por supuesto, el que evada impuestos se queda sin votar ni ser votado. Pocos politicastros y gentuza nos quitaríamos de en medio…