La madre del cordero: la discriminación del talento

Llegados a este punto, uno ya puede intuir que Monchi cuenta con independencia, tiempo y confianza para ejercer su labor. A estas tres patas hay que unir una cuarta, la capacidad para dar con esa piedra filosofal. Cómo se discrimina el talento, cómo se decide qué jugador debe ser la primera apuesta para tal posición es lo que marca la frontera entre una buena decisión y una mala, entre un director deportivo marca MM y otro del montón. Ya hemos conocido el particular sistema de cribado que Monchi ha puesto en marcha junto con sus colaboradores para decidir la jerarquía en los nombres por los que se irá a negociar y la necesidad de confeccionar un equipo de trabajo donde se comparta la información y exista una delegación real, pese a que la responsabilidad última recae en la persona al mando, que no es otro que el exguardameta gaditano. Tal es la fiabilidad que se le concede al sistema de elección que cuando un futbolista se ha convertido en objetivo y se acomete su contratación, ésta no queda absolutamente desestimada si al primer intento no se consigue cantar victoria. Es algo que ha sucedido en muchas ocasiones. Véase el ejemplo en boca de Monchi: «Yo también seguí a Neymar, Luis Suárez y demás cuando aún eran menores de veinte años. ¡Yo los tenía vistos! Pero si se meten grandes clubes europeos, resulta imposible luchar contra sus talonarios». En ambos casos, brasileño y uruguayo habían pasado el corte del MM, obvio, pero no pudieron ser captados por motivos evidentes.

A la hora de apostar por un fichaje, la última palabra la tiene el hombre que ocupa la cúspide del organigrama de la dirección deportiva, Monchi por más señas. «Alguna vez hemos fichado sin tenerlo yo claro porque mis técnicos sí lo veían y viceversa. En este sentido, recuerdo que por ejemplo fui a ver a Carlos Bacca contra el Anderlecht. Ahí teníamos que decidir e hizo su peor partido; sin embargo, todos los informes previos eran tan positivos que pesaron más en mi decisión final».

Es en esos momentos de introspección para tomar una decisión arriesgada, que no tiene todas las cartas encima de la mesa, donde puede decirse que manda una voz interior a la que hay que oír. Como dijera Eckhart Tolle en El poder del ahora: «Cuando usted escuche esta voz, hágalo imparcialmente. Es decir, no juzgue. No juzgue o condene lo que oye, porque hacerlo significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta trasera. Pronto empezará a darse cuenta de esto: está la voz y estoy yo escuchándola, observándola. Esta comprensión del Yo soy, esta sensación de tu propia presencia no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente». Por supuesto, luego hay que tener la madurez de aceptar que la apuesta sea fallida sin buscar culpables alrededor, porque un porcentaje protagónico existe y marca la diferencia entre unos profesionales y otros.

Andoni Zubizarreta, actual director deportivo del Olympique de Marsella, hace las siguientes declaraciones con gran carga de profundidad: «Hay que trabajar a largo plazo. Demostrar que se tiene un proyecto, una estructura con profesionales que cumplan sus promesas. Este trabajo también se debe hacer en el mercado de transferencias. Tenemos que ganarnos la confianza de los jugadores, los agentes y los otros clubes». Monchi le contó que estuvo siguiendo a Neymar y Luis Suárez. ¿Tiene valor haber seguido a jugadores teóricamente inalcanzables? La respuesta es sí: «Hay que estar allí, seguirlos, porque alguno podría no ir a un gran club y tarde o temprano saltar una posibilidad», añade Zubi. El director deportivo está obligado a tener memoria y contar con asesores de confianza en diferentes mercados sensibles que informen cuando por sorpresa se pone a tiro un jugador que fue previamente seguido pero se escapó. El don de la oportunidad no es factor suerte, es una cuestión trabajable.

Un aspecto sobre el que Monchi presta especial atención es el estudio de las estadísticas, cuyo análisis demuestra la valía del candidato en cuestión. «Me fijo en los datos. Por ejemplo, lo que aprecié en Roque Mesa es que fue el futbolista que había recuperado más balones y cometido menos pérdidas en su equipo durante la temporada anterior. Si tenemos en cuenta cómo juega la U. D. Las Palmas, la cifra resulta muy reveladora y refrenda lo que yo había percibido con nuestros informes, que se trata de un jugador top. Por eso fuimos a por él». Parece un procedimiento sencillo: contrastar las opiniones de criba de los técnicos con datos objetivos. No se puede decir que el MM haya descubierto la pólvora. Que lo apunten algunas direcciones deportivas que suelen manejarse más en el escenario de devolución de favores y de agentes de confianza que intermedian en las operaciones.

En palabras de Miguel Ángel Gómez, la cosa funciona como sigue: «Monchi trabaja en equipo, le gusta escuchar la opinión de todos los técnicos y a partir de ahí seleccionar el perfil que más se adapta a las peticiones del entrenador, el modelo de juego que utilizará. Cuando hay acuerdo entre todos y él lo ve claro, avanza en el proceso de fichaje. Primero se hacen visionados generales de jugadores, luego se eligen los más destacados por posición y el paso posterior es que Monchi aporte su opinión y señale los que más le gustan. Tras esa selección, los candidatos sufren un seguimiento más exhaustivo, realizado por técnicos diferentes a aquellos que los señalaron en el proceso anterior. Esto es importante. Por supuesto, se les ve en directo y en vídeo, pero también se hace una búsqueda de noticias sobre ese jugador que nos permita conocerlo más a fondo. Monchi escucha a todos los miembros del equipo, analiza los datos que manejamos y luego toma la decisión”. Bajo este patrón de funcionamiento se han facturado los fichajes de Poulsen, Kanouté, Kondogbia, Renato, Rakitic y un largo etcétera, por lo que a priori no parece un mal sistema.

El peso del criterio elaborado sobre un futbolista durante un largo período de tiempo prevalece a una racha de mal juego que pueda depreciarlo en el mercado. En ese momento es cuando hay que saltar sobre la presa. Víctor Orta recuerda: «A Rakitic le seguimos la pista durante tres años. Si repasas sus últimos meses antes de llegar a Sevilla no le fichas, pero al conocerlo tan bien, apostamos, le hicimos una oferta y nos escogió. Llegó por poco más de un millón de euros y se marchó por veintitrés».

Por supuesto, Monchi también falla en la discriminación del talento, más allá del hecho de no traer al jugador apropiado para el entrenador que en ese momento se encuentra al mando del equipo. En algunas ocasiones, simplemente no se firma a un futbolista con el nivel adecuado. Es un margen de error que existe, pero que en el caso del gaditano resulta sensiblemente inferior a su cuota de aciertos. Papa Babacar Diawara es un jugador cuyo recuerdo provoca la hilaridad en el sevillismo y que ha quedado para que algún gracioso regale una camiseta con su nombre serigrafiado a ese amigo al que pretende gastarle una broma. Pero lo cierto es que Monchi invirtió tres millones de euros por este senegalés que militaba en el débil Marítimo de Funchal y que después ha acabado emigrando al fútbol australiano ya que en Europa no daba la talla. ¿Por qué decidió hacerse con sus servicios? Miguel Ángel Gómez aporta una pista: «El día que fuimos a verlo para tomar la decisión definitiva se salió anotando dos goles». El menudo ariete dio el do de pecho en el momento más indicado y en Nervión pensaron que todo el monte era orégano. Una prueba de que el mejor escribiente también hace un manchurrón, incluso Monchi.

Pero si algo le define es su capacidad para reconocer errores, entendiendo de una forma honesta su trabajo. Luego hay que contar con disciplina, método y también visión para dar ese salto adelante cuando se produce un golpe de azar que permite crecer. «El tiempo me ha demostrado que estaba equivocado con todo lo que ha ganado y la importancia que ha tenido. Hablo de Gabi. Quizá haya sido mi mayor error en ese sentido. Tuve la oportunidad de traerlo y, tras muchas vueltas, pensé que no encajaba en el Sevilla». Evidentemente, el capitán del Atlético de Madrid es un jugador con una tremenda trayectoria en Primera y que el cálculo de Monchi no fue acertado. Le anotamos, pues, un punto en negativo.

Pablo Blanco echa la vista atrás y resume la evolución de Monchi desde que aterrizó en el cargo: «En torno al año 2000, el presidente Roberto Alés lo ve como un tío honrado, sensato y disponible, porque había desempeñado una labor intachable como delegado cuando colgó los guantes. Desde el mes de abril se formó un tándem importante entre él y Joaquín Caparrós (el utrerano estaba sin equipo porque le habían echado del Villarreal), junto al resto de miembros del cuerpo técnico del club: Ramón Vázquez, Juan Carlos, Manolo Jiménez, Pepe Alfaro, Manolo Ruiz Sosa… Más adelante incorporaría a Antonio Fernández y Rosendo Cabezas. Él ha sabido ser humilde y eso le ha permitido tener control de la situación, aunque no estuviera curtido en su posición. La humildad, bien entendida, es una fortaleza. No hablo de apocamiento, porque no es apocado. El actual Monchi, personaje absolutamente indiscutible y fortalecido en su cargo, comienza a partir de la temporada 2010-11. El punto de inflexión de esta nueva etapa plenipotenciaria se produce el día del cero a dos ante el Betis en el Sánchez-Pizjuán, en partido de Europa League, y el posterior cero a dos nuestro en el Villamarín con el penalti que falla Nono y que rubrica la clasificación del Sevilla F. C. Ese lance consigue dejar atrás dos años de zozobra con mucho movimiento de entrenadores, donde no se daba con la tecla. El equipo sale fortalecido de aquel envite y acelera como un cohete hasta enganchar tres títulos de Liga Europa consecutivos. Ese crecimiento y consolidación en la élite se produce de forma paralela en la figura de Monchi, actual referente global como modelo de negocio en su departamento de dirección deportiva». Lo que es capaz de decidir un penalti…