Portada libro Qué aprendes cuando te abren la cabeza

Un día cualquiera, sin previo aviso, mi mano diestra no me responde como debiera. Diría que no parece nada serio, posiblemente exceso de fatiga por estrés laboral, pero siempre resulta mejor descartar… “Pues la prueba detecta algo que no debería aparecer ahí. Me temo que se trata de un tumor cerebral, así que hemos de operar lo antes posible; en cuanto se disponga de un quirófano”. Bofetada en toda regla y vida puesta boca abajo en un santiamén.

El periodista y escritor Daniel Pinilla se convirtió así, de la noche a la mañana, en paciente oncológico y hubo de enfrentar una intervención, una larga convalecencia y el reto de un tratamiento muy agresivo con radio y quimioterapia. El paquete completo le hizo mudar de piel y aflorar su mejor versión para sacarlo adelante. La irrupción de la pandemia y el confinamiento forzoso incidieron fatalmente en un proceso de idas y vueltas que se cerró con un ejercicio de introspección como única solución posible a la búsqueda de las causalidades y del sentido del dolor y la existencia. Pensar la muerte desde la serenidad se convirtió en un ejercicio sorprendentemente liberador. Su neurocirujano, sus oncólogos y su psicóloga celebran que no adoptase la pose de víctima y haya hecho el esfuerzo de plasmar de forma literaria una eventualidad de la que se puede, y se debe, extraer una lectura inspiradora.

Estas memorias oncológicas, a caballo entre el ensayo filosófico y el relato de una experiencia que te coloca al límite de tu capacidad de resistencia, es un documento animoso y doliente a la vez, vivificador y confortante, lúcido y revelador. Pinilla no se guarda nada de sus fantasmas interiores ni de las caídas y levantamientos constantes para entender un porqué que dote de sentido a tanto trauma. Sus conclusiones ponen muchas cosas en cuestión: dudar para entender la naturaleza de la enfermedad puede ser sanador.