Leo —sin estupefacción— que Katarzyna Nowaczyk-Basinska, una doctora de la Universidad de Cambridge, pronostica que, de aquí a poco, tendremos a nuestros muertos en el móvil. Así, como suena. Seremos capaces de crear avatares de personas fallecidas con las que podremos hablar. Estaremos conversando con una máquina sin alma, sí, pero en este mundo tan individualista, mucha gente requerirá compañía y, quizás, tratar de acabar una conversación que no se dio. O saber si el difunto está de acuerdo con la partición final de su herencia, vaya usted a saber…

En fin, son daños colaterales de la cada vez más tenebrosa inteligencia artificial, un avance envenenado que no sabemos digerir, que genera un caos ontológico nunca antes visto y que es perfecto para hacernos olvidar quiénes somos en realidad. Recordemos que nuestra sociedad ha matado a Dios y a la espiritualidad.

Está claro de que los mueven los hilos en esta civilización que está dando su estertor estarán encantados de hacernos perder el camino de retorno a nuestra esencia divina. En fin, modestamente, desde aquí cavo una humilde zanja: cuando yo la palme, dejo por escrito que no quiero que nadie haga un avatar de mí, de modo que no haya quien pueda hacer el canelo de conversar con una máquina y acabar contándole sus intimidades. Ya sabemos que estamos espiados todo el rato por los dispositivos móviles. No les hagamos el juego más fácil, por favor.

Es mejor lo de toda la vida: el muerto al hoyo y el vivo al bollo.