Un mes después de un referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, donde ha quedado confirmado que cualquier votante podía pasar por la urna cuantas veces desease porque el caos fue absoluto (hasta el punto de que se llegaron a contar votos durante la celebración de una misa…), el presidente destituido por el artículo 155 de la Constitución, Carles Puigdemont, ha sucumbido a la presión de la CUP y ERC, se ha tirado al callejón y ha decidido declarar unilateralmente la República Catalana para luego marcharse a tomar unos vinos a Gerona. Como si nada. Imagino que la tal Marta que aseguró (mintió como una bellaca) que la Policía le había partido los dedos uno a uno se habrá inflado a aplaudir a su líder y a su estrambótico corte de pelo. ¿Qué va a suceder ahora?

De un lado está la Unión Europea, que no quiere tonterías con nacionalismos emergentes que puedan tocar las fronteras. Más líos, no gracias. Así que han apretado al inactivo Mariano Rajoy (qué lamentable que no haya sido ni para montar un mísero vídeo que desmonte la campaña de intoxicación que se creó con la mentira de que la Policía había apaleado brutal y masivamente a pacíficos votantes…) para que haga caso al rey Felipe VI y entienda que es hora de parecer que preside España y se deje de mirar a otro lado mientras financia (con el dinero de los impuestos de todos los españoles) a un gobierno regional en absoluta rebelión. 155 a canto. Italia, Francia y compañía temen un posible efecto contagio con el auge de nacionalismos que puedan fracturarles su cohesión interna y ya han advertido de que Europa no aplaude la instauración de una nueva República Catalana.

¿Esto significa que los golpistas irán a la cárcel, como sucedió en 1934? Parece que no. De momento sólo los dos Jordis han pagado el pato, mientras que Puigdemont aparece en TV3 y asegura que se pasa su destitución por salva sea la parte. Es el mejor ejemplo de que aquí todos amagan y además se toman los fines de semana de asueto para seguir el lunes con esta entrega de capítulos que tendría su gracia si no fuera un drama. Así las cosas, parece que nos encaminamos a unas nuevas elecciones catalanas donde los incumplidores de la Constitución son invitados a participar. Si realmente se vota dentro de dos meses (eso habrá que verlo), ahí va mi pronóstico: empate técnico entre las fuerzas independentistas y las españolistas, y un partido que queda con la llave de la gobernabilidad. Ese ‘elegido’ será Podemos, con su marca satélite catalana. Es decir, una gente que está en contra de todo por sistema, que es incapaz de posicionarse de forma clara ante este asunto tan trascendente como es la integridad territorial de España, para un lado o para otro, tendrá que decidir el destino de todos nosotros.

Me da que este año va a ser récord de audiencia el mensaje navideño del Rey…

PD: ¿la semana que viene le llegará la nómina a Puigdemont?