Constato que aquí el personal se pone muy estupendo a la hora de defender con ardor la necesidad de reformar la Constitución de España. Imagino que postularse a favor equivale a trasladar una imagen de avanzado y actual. Ahora bien, superado el postureo inicial: ¿exactamente qué se pretende reformar? Ítem más: ¿ya han leído la actual Constitución? Me temo que la mayoría no. Como muestra, un botón. El presidente del Gobierno ha defendido en un tuit, posiblemente la máxima extensión de texto que es capaz de producir de forma autónoma, lo siguiente: «Reformemos la Constitución para incluir en ella uno de nuestros mayores avances: la igualdad de hombres y mujeres».

Es obvio que el doctor Sánchez no ha llegado al artículo catorce de la Carta Magna («Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social»). Recordemos que este brindis al sol buscando el aplauso de las redes sociales lo firma el presidente, no uno que pasa por la calle. Normal, si tenemos en cuenta que Sánchez vive únicamente anunciando cosas (peligrosas o ridículas, la mayor parte de las veces) y viajando en avión oficial, aunque sea a Valladolid. 

Esto del reformismo constitucional sin concretar no es más que un juego de trileros. Precise usted qué desea modificar de la ley y atienda a uno de los dos conductos establecidos para hacerlo. El resto es marear. Luego está el tema de «la gente» y los fachas. Resulta que hay líderes políticos que se arrogan el divino poder de saber e interpretar qué es lo que el pueblo quiere. Y, puesto que ellos son la voz del pueblo, justo es que sean los que repartan carnés de demócratas por la vida. ¿Que el resultado de las elecciones no nos gusta? Pues convoco a mis fieles a que tomen la calle y hagan saber que haremos la vida imposible al Gobierno entrante. Y eso lo decido desde la atalaya de mi superioridad moral, que para eso los extremistas son los otros.

Enfrente quedan los denominados fachas, aunque ellos aseguran ser sólo constitucionalistas. Habrá que afinar la vigilancia. Esto de los fachas es otro término que conduce a error, como los de reforma constitucional y «la gente». Sus definiciones son difusas y se prestan a la manipulación más abyecta. ¿Qué es ser fascista? No es fácil resumirlo, pero se trata de un sistema que elimina el disenso, donde el peso del Estado lo es todo en la sociedad, de forma que se produce una identificación entre el Partido (el único posible), en torno a su líder, y las estructuras estatales. Y se supone (se vende al menos) que el pueblo está de acuerdo. Es decir, si usted critica mi gestión, denunciaré que en realidad está criticando al pueblo… que está conmigo y cuyo único interlocutor válido soy yo.

– Me recuerda esto que comenta a lo de que si alguien dice que la educación en Andalucía o Cataluña está mal, y recibe como respuesta que no se le va a consentir que insulte a Andalucía o Cataluña. Aunque lo único que ha hecho es criticar sus sistemas educativos, no a la población.

– Efectivamente, querido amigo, ha dado usted en el quid de la cuestión. Recuerde lo que dijo Confucio sobre el poder de las palabras y los símbolos: el que le pone el nombre a las cosas de alguna manera las posee. Y en nuestra sociedad nos han impuesto unos términos para entender el sistema político y sus actores que está francamente adulterado. Tengamos siempre la guardia levantada y pensemos por nosotros mismos, que no nos den los argumentos fabricados.

Librepensador. Me gusta el término.

 

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