Leo en la página oficial del Valle de los Caídos en relación al propósito del lugar: «La idea del Valle fue que la guerra no se volviera a producir nunca. Así se observa en los documentos fundacionales de 1957 y 1958, en los que se determina la oración por todos los muertos en la guerra (…). Conforme a la finalidad del monumento, en total hay enterrados en la Basílica más de 33.700 caídos de ambos bandos (…). Muchos están perfectamente identificados de forma personal y otros vinieron de fosas comunes, lo cual dificultó en su momento también su perfecta contabilización. No hay separación por bandos, sino que están unos y otros entremezclados«.

El Gobierno de Pedro Sánchez y sus 84 diputados han vuelto a colocar en primera línea de actualidad esta necrópolis que durante los últimos cuarenta años ha tenido cero peso real en la vida diaria del país y cuyo debate en torno a su existencia y sentido no ha tenido lugar en la calle. ¿El motivo? Algo como que hay desenterrar a Franco, porque es una indignidad que sus restos ocupen plaza en un lugar tan aparatoso y con una cruz tan enorme. ¿Qué consecuencias tendría ese desenterramiento? Veámoslo. 

En primer lugar, hay que dejar claro que en un Estado que se considera de Derecho no se sacan los restos mortales de la gente así a golpe de decreto ley, y menos sin que exista un clamor social en la calle que lo abandere. La historia no va a cambiar por hacerlo y Franco no va a ser menos dictador por cambiarlo de tumba. También hay que recordar que fue durante la Transición cuando se decidió enterrarlo en Cuelgamuros y que no se trató del cumplimiento de una orden del general. Así las cosas, ¿no se corre el riesgo de que sea peor el remedio que la enfermedad? Pues rotundamente sí.

Recordemos que Luis Cuenca, guardaespaldas del político socialista Indalecio Prieto, le pegó un tiro en la nuca a José Calvo Sotelo el trece de julio de 1936, asesinato que acabó precipitando el levantamiento de Franco para derrocar al Gobierno republicano. ¿Piensa Pedro Sánchez promulgar un decreto ley para exhumar los restos de Prieto, que descansan en el cementerio de Derio (Bilbao)? En absoluto, pero siguiendo su absurda tesis de defensa de una estética que ni él entiende (y que en el fondo busca deslegitimar la Corona como heredera de Franco y hacer crujir los cimientos del actual sistema de convivencia), habría de hacerlo.

Y si seguimos tirando del hilo, habrá que buscar los restos hasta de Viriato y así todos viviremos estúpidamente entre cadáveres sin entender ni superar las cicatrices de nuestra Historia. Pareciera que se pretende que los españoles sólo miremos lo sucedido para revivir agravios. Eso le gusta a Sánchez (o lo disimula muy bien): agitar la división y volver a la dicotomía de buenos y malos. ¡Qué cruz!

Mientras tanto, los auténticos problemas quedan tapados por la cortina de humo del artificial lío de Franco: el descontrol con la inmigración, el problema catalán y la tensión social, la lacerante subida de impuestos, la imbecilidad del lenguaje inclusivo…

 

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