No hace ni cuarenta y ocho horas que nos ha dejado un gran hombre, que fue a la par maestro y creador. A Manuel Garrido le debemos que a día de hoy el baile de las sevillanas no haya caído en desuso (en los años sesenta se iba por el desagüe), además de habernos legado las dos letras más sublimes e inmortales de este palo del flamenco: la del Adiós, Algo se muere en el alma cuando un amigo se va…, y Pasa la vida, que no es sino una musical metáfora de nuestro fugaz paso por este mundo: Pasa la vida, y no has notado que has vivido cuando pasa la vida, tus ilusiones y tus bellos sueños… todo se olvida

Manolo se nos ha ido de forma discreta, en un suspiro. A sus noventa y tres años, estaba tomando un refresco en un bar, gastando bromas, cuando se sintió indispuesto y se produjo el repentino final. Mejor así. He tenido la suerte de tratarlo con frecuencia y cercanía en los últimos años, porque en Editorial Samarcanda hemos publicado sus antologías poética y rociera. Manolo firmó una página brillante en los tiempos gloriosos de la radio española y nos ha dejado un buen puñado de obras, principalmente líricas, cofradieras y teatrales, que han hecho las delicias de millones… sin que la inmensa mayoría sepa a quién le debemos tanto ingenio.

Porque Manolo, siempre tan recatado y poco figurón, desatendió eso que a día de hoy está tan de moda: la apariencia, el que se sepa lo bueno que yo soy, el que mi nombre aparezca en primera fila.. Esas menudencias. Esto es así hasta el punto de que, me contaba Manolo en su casa mientras enganchaba un cigarrillo detrás de otro, hasta en tres ocasiones le presentaron a dizque autores de la Sevillana del Adiós, gentecilla que iba presumiendo de algo que no era suyo. «Yo les decía: ¡mira qué bien, ya somos más autores de la misma letra!». Manolo no se subía por las paredes ante tamaña insolencia. Bendita flema y exquisita educación. Nunca perdió los modales aunque, por un descuido propio de su bonhomía y exceso de confianza, no llegó a registrar su autoría de la letra del Adiós como es debido y eso le costó dejar de ganar una fortuna en concepto de derechos. Manolo siempre estuvo por encima del cochino dinero.

Desafortunadamente Manolo ya no está con nosotros y no podemos afirmar que su ejemplo abunde. De hecho, ahora preside nuestro Gobierno un títere que emplea su tiempo y nuestro dinero en gobernar para la televisión. Es un mero anuncio, fraudulento además (llegó diciendo que lo hacía para convocar elecciones a la mayor brevedad y horas después de hacerse con el poder se desdijo). Ahora hemos sabido, según pruebas aportadas por diversos medios de comunicación, que ha plagiado su (birria de) tesis en un burdo ejercicio de corta-pega, con el descaro añadido del conchaveo con un miembro del Tribunal que lo juzgó y con el atrevimiento de que catorce meses antes de que dicha tesis fuera entregada, el tipo pedía consejo ¡¡por Twitter!! para que le sugirieran lecturas para armar su trabajo. El resultado, no podía salir bien, es un adefesio que demuestra su nula talla intelectual y su total desahogo. ¿Debería dimitir? Por supuesto. Además, ha mentido en sede parlamentaria al señalar que su tesis estaba colgada en Internet y tener que admitir después que estaría disponible un día más tarde (luego no lo estaba antes).

Me pregunto qué habría sucedido si la tesis hubiera tratado sobre La incidencia del baile de las sevillanas en la economía de escala (temas más ridículos se ven hoy día en las facultades españolas). ¿Quizás Pedro Sánchez se habría sumado al grupo de los fanfarrones que decían que el No te vayas todavía era cosa suya…?

 

La foto es del ABC, tomada en un homenaje a Manolo Garrido en Morón de la Frontera hace unos meses. Salimos Manolo, el entonces alcalde de Morón, el periodista Paco Correal y yo.