Jaghz3Q es un extraterrestre que acaba de visitar nuestro planeta y debe presentar un reporte ante el responsable al mando de su misión. Por una de esas casualidades del destino, el informe ha caído en mis manos. Dice lo siguiente:

Tras la exploración del Planeta Tierra, las conclusiones que podemos extraer resultan inquietantes.

Los terrícolas humanos son los auténticos dueños de un planeta al que no respetan. Ensucian el aire que necesitan para respirar. Talan los bosques (a veces los incendian y ni siquiera pueden utilizar la madera), pese a que precisan del oxígeno para subsistir. Ceban indiscriminadamente a muchos animales para luego comer su carne, atestada de insalubres hormonas de crecimiento, con un procedimiento de engorde insostenible por el desmedido consumo de agua y la contaminación que producen las heces de esos mismos animales. Por cierto, que el agua potable comienza a ser un bien escaso que puede llegar a desencadenar eso que ellos llaman guerras, que no es otra cosa que un combate a muerte por dominio de territorios y de sus riquezas. Así de primitivos son todavía.

Muchos de los terrícolas humanos gastan fortunas en medicamentos que deben sanarlos de enfermedades provocadas directamente por su propio estilo de vida. Existe algo que se llama estrés, una aceleración desmedida en el (des)control del sistema nervioso para atender la cantidad de tareas que se autoimponen para alcanzar lo que denominan un estatus social elevado. Este estatus se basa principalmente en la acumulación de bienes materiales: el exitoso es el que más dinero suma en sus cuentas bancarias.

Por cierto, que esto del dinero es tan atrasado que todavía no he alcanzado a entenderlo. Se trata de un medio de pago para reglar los intercambios. Algunos terrícolas humanos tienen el poder de decidir cuánto cuestan los elementos básicos para la subsistencia de todos y realizan tasaciones muchas veces fuera del alcance de las posibilidades de muchos de su semejantes. Incomprensible.

Existen honrosas excepciones, pero la gran mayoría aún no ha despertado y no considera a sus iguales en el planeta como sus hermanos. Tengo la intuición de que puestos cara a cara en un lugar aislado, incluso el más radical en este planteamiento de la no comunión claudicaría y se daría cuenta de que el de enfrente no es sino un espejo donde verse él mismo. En el fondo todos atesoran un espíritu bondadoso, pero se han enredado en un modo de vida donde el competidor es el glorificado. Y no entienden que una competencia exige un ganador y un perdedor para tener sentido pleno. En este sentido, creo que deberían escuchar a los niños: los más pequeños suelen estar menos contaminados y no atienden a prejuicios y patrones de comportamiento establecidos que no provocan sino hacerles perder su capacidad de crecimiento y desarrollo personal. Acaban no siendo ellos mismos, sino lo que se espera de ellos.

En cuanto al respeto a la Naturaleza, he de decir que mi conclusión es ciertamente pesimista. Los terrícolas humanos se han centrado en un modelo de crecimiento energético altamente contaminante. Miles de especies animales y vegetales literalmente no pueden subsistir y desaparecen para no volver. Siempre andan reuniéndose para buscar soluciones que luego no cumplirán porque cada país (una extraña forma de división del territorio con base en extravagantes teorías identitarias) busca su propio beneficio inmediato sin pensar en global y a largo plazo.

Pese a tanto desastre aparente, también he encontrado motivos para el optimismo. Lamentablemente, la mayoría de los que sostienen un discurso contrario al sistema actual son tachados de inmaduros, en el mejor de los casos, cuando no de tipos peligrosos. Los terrícolas humanos deben volver la vista a su propio interior, porque es allí donde encontrarán las respuestas y sabrán lo que es justo y lo que no.

Me ofrezco voluntario para regresar en una década para observar su evolución. De momento, rezaremos por ellos.