En estos tiempos tan propios de la tribulación, de vez en cuando tiene uno la honrosa tentación de obviar al mundo, aunque eso no haga desaparecer los problemas. Sí es cierto que la purificación mental que supone alejarse de cuando en cuando del ruido mediático tiene un efecto sanador, pero la quimera de estar completamente aislado y centrarse, por ejemplo, en observar la propia respiración o la salida y la puesta de sol, es sencillo de decir, pero no de hacer. Sin embargo, hay que intentarlo.

Estos días he vuelto a constatar que la sensación de permanente conexión en la que vivimos es inconveniente. La exposición a demasiados impactos informativos (o propagandísticos) parece modificar hasta la espesura del paso del tiempo. Por ejemplo, uno decide no atender nada de lo que podamos identificar como información política o social de manera convencional y sólo echar cuenta a portales de temática deportiva, para así evadirse con asuntos que, en principio, son de poca importancia. Sin embargo, entre montones de noticias efímeras e irrelevantes sobre el posible interés de tal o cual equipo en hacerse con los servicios de algún jugador, se intercala una noticia de la guerra en Ucrania.

Se entiende que la relevancia de lo que nos relata es tal que no puede obviarse. Detectar esas noticias de asuntos severos entre la paja del mero entretenimiento hace que el lector piense que, si lo han puesto ahí, será porque es algo de lo que no se puede estar ajeno. ¡Pum!, he ahí un impacto negativo no buscado que puede hacerte ver el mundo como un lugar tenebroso y hostil.

No obstante, si uno presta un poco de atención, quizás vea que la misma foto que anunciaba hace unas horas una escalada bélica irrefrenable, ahora se usa para informar de la inminencia de un pacto para sellar un alto el fuego. Si uno refresca la misma página unas horas más tarde, tal espacio es ocupado por una noticia de deporte que, se entiende, es aún más importante que lo que sucede en el frente. Poco después, esa cuarta o quinta noticia del portal deportivo vuelve a tratar de la guerra y nos advierte de un ataque devastador… pero no aclara muy bien cuáles serían sus consecuencias. Es decir, la pérdida de contexto y profundidad es total, por lo que la sensación de estar informados no es más que un espejismo que aporta desconcierto. Así que, por el momento, prefiero el ¿infantilismo? del alejamientos y conversar con algunos amigos rusos, lituanos y ucranios para que me cuenten si están sanos y salvos.

Si el universo es, como dicen algunos gurús, una creación mental, quizás el alejamiento del ruido sea beneficioso para todos. Sólo sé que no sé nada.