Muy probablemente, Pedro Sánchez desconozca quién fue Antístenes. El actual presidente de Gobierno de (lo que queda de) España no parece ser un tipo muy leído. Es más de copiar y pegar en las tesis. Lo que sí hay que reconocerle es que nunca se da por vencido cuando algo se le mete en la sesera y que los escrúpulos jamás supondrán un obstáculo para llevar adelante sus planes de dominio. ¿Es eso una virtud o un defecto?

Si ponemos el foco en la política actual, sin duda hay que calificarlo como lo primero. Todo vale —y todo es todo— si se logran los objetivos marcados. La verdad es una entelequia, una quimera en la que no merece la pena reparar. Lo único real es aquello que sirva para no descabalgarse nunca del poder. ¿Realmente cree que sigue teniendo la razón afirmando una cosa y la contraria en muy poco espacio de tiempo? Yo apuesto a que está convencido de que sí. Basta con tener la cara de cemento armado y aguantar algún que otro chaparrón parlamentario. Minucias para un sujeto con la mayor capacidad de mitomanía que nunca se vio. Maquiavelo es un ñoño aprendiz a su lado. Sun Tzu, poco más o menos.

El personaje Pedro Sánchez es digno de estudio. Si ha de llevarse por delante el país que preside, lo hará. Y, además, convencerá a millones de que lo hace en nombre del progreso y la paridad. ¿En su fuero interno qué pensará? Insisto: estoy en que se verá en el lado moral de la realidad, porque ha decidido que faltar a su palabra es correcto, si eso conduce al bien común. Y, para él, el bien común coincide exactamente con sus intereses particulares. No hay más que hablar. Viva el relativismo. Es el reflejo fiel de la sociedad aletargada que tenemos.

En cualquier empresa privada no pasaría del cargo de bedel que abre la puerta y da los buenos días, pero en la política actual es el puto amo. Aquello de permitir gobernar a la fuerza más votada, como hizo Felipe González en 1995, es una quincalla intelectual. Lo moderno es perder y aliarse con todos, incluso con los prófugos de la ley. El designio divino que preside sus actos —todos inclusivos, por supuesto— es mandar. Siempre mandar.

Nota bene: Antístenes fue el fundador de la Escuela Cínica.