Ya ha comenzado. “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”. Así, por la cara y con un nivel de redacción que sonrojaría a un bachiller de los de antes, va el CIS y descuelga ante la opinión pública la legitimidad de una idea pavorosa: ¡nada más y nada menos que la demolición de la libertad de expresión!  La cuestión planteada no puede ser más insidiosa: desliza la consigna de que la libertad total para la difusión de noticias supone de facto que existan bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas. Y, claro, ¿quién va a votar que está de acuerdo con que le mientan?

El argumento de fondo para proponer semejante ataque a los derechos elementales (consultar el artículo 20 de la Constitución Española) es que, al parecer, todos (y todas) somos tontos (y tontas), de forma que no sabemos distinguir qué es verdad y qué una trola. Así que para salvarnos de nuestra idiocia, tiene que venir Pablo Iglesias (Nuestro Amado Líder de ahora en adelante), el que realmente dirige el cotarro, a iluminarnos. Su títere Pedro Sánchez asiente, después de haber delegado todo en manos de un especialista en campañas electorales, el todopoderoso Iván Redondo. Algo lógico, puesto que el dizque autor de Manual de resistencia vive en un anuncio permanente.

Mientras, la sombra del pensamiento único se aproxima con paso firme, pero no lo hace de forma taimada, no, sino con bombo y platillo, ante una ¿oposición? de vergüenza y una población anestesiada. Insisto: el Gobierno, que ha disuelto el Parlamento y opera sin ningún tipo de control, ya habla abiertamente de la posible conveniencia de prohibir los medios que contravengan la versión oficial de la crisis. Lo hace, además, desde un inaudito estatus de superioridad moral, como si así nos salvara de un peligro horrible. Y, por supuesto, como se te ocurra levantar la voz, serás acusado de facha y antipatriota.

– Creo que usted exagera. Nos encontramos en un momento caótico y es lógico que el gobierno deba controlar las informaciones falsas que puedan crispar a la población. No es momento de divisiones internas, ¿no cree?

– Querido compañero. Es momento de eficacia y de dar la cara si se cometen errores. Yo soy el primero que entiendo que a toro pasado todo parece muy fácil, que todos somos falibles, y que no es el mejor momento de estar con la escopeta cargada. A cambio sólo exijo transparencia. Si me permite, le hago una pregunta directa: ¿cree usted éticamente admisible que el mismo gobierno que se declara guardián de la verdad y que, si esto sigue adelante, decidirá cuál es el único relato oficial y admisible de los hechos, lleve varias semanas chuleándonos a todos negándose a informar de cuál es el intermediario al que encargó los test falsos en China? ¿Eso no se considera bulo? ¿No alimenta la desinformación? Le recuerdo que esa compra inútil se realizó con el dinero salido de nuestros impuestos. Y que el hecho de que no llegasen esos test está teniendo un precio muy alto, vital.

– Hombre, es usted un desatado extremista. Estoy convencido de que el gobierno se maneja con la mejor intención, pero ha tenido la mala suerte de ser timado. Nuestra obligación es apoyarlo ante la adversidad.

– Interesante respuesta. Imagino que si usted tuviera una empresa y su jefe de compras es estafado porque no ha cumplido con su labor cuando le correspondía, y ese error le cuesta a usted su negocio, obviamente usted apoyaría a su empleado ante la adversidad. Y por supuesto no le exigiría la información de quién ha sido el timador, cuántas las comisiones pagadas, ni tampoco le preguntaría por qué no consultó al empresario con mayor peso en China para cerrar la operación. Sí, me refiero a Amancio Ortega.

– Mire, yo es que soy un buen patriota y no considero que sea éste un momento en el que el gobierno deba ofrecer explicaciones de todo lo que hace. Nos tiene que salvar y nosotros hemos de seguir sus indicaciones. Eso es todo. Yo he oído en la tele que cuentan con “expertos internacionales” que lo asesoran. A mí eso me tranquiliza… Y, además, ¿es que usted está de acuerdo con que se difundan bulos?

– Por supuesto que no. Me parece bien que la Fiscalía vaya contra todo el que cometa un delito tipificado con una publicación. ¿Quién ha dicho lo contrario? Pero no deben existir prohibiciones por adelantado, ni tampoco establecer una única versión posible. Querido amigo: le mando un abrazo y le agradezco su punto de vista.

– Siempre es un placer, compañero. Prométame que se cuidará.

 

Adenda: Según el CIS, el 66,7 por ciento de la población está a favor de «restringir y controlar las informaciones, estableciendo sólo una fuente oficial de información» (sic). Esto significa dos de cada tres españoles.

La foto es de El cierre digital.