España va camino de completar un año con un Gobierno en funciones. Básicamente, porque el candidato del partido que ha ganado las dos últimas elecciones ha sido tan inútil como para no saber desembarazarse de ese mantra que subrepticiamente ha instalado la oposición en la opinión pública y que se resume en: Rajoy es el causante de todos los males y un tipo que poco más o menos se come a los niños. “No vamos a indultar la corrupción permitiendo la investidura”, ha señalado Pedro Sánchez, el presunto guapo que ha llevado al PSOE al peor resultado histórico de su partido y cuya capacidad para hacer el ridículo no conoce ni el límite de la tirolina. Es incapaz de entender que tiene la ocasión de liderar la bancada rival en el Congreso ante un Gobierno débil, en minoría, que muy difícilmente acabará la legislatura por puro desgaste. Un escenario del que saldría fortalecido a medio plazo. Pero no señor, no. Sánchez tiene que bloquear una candidatura sustentada en 170 votos, más de los que tuvo Zapatero. Para más inri, sucede que en el acuerdo firmado entre PP y Ciudadanos se incluye un centenar de medidas que el propio PSOE avaló hace tan sólo unos meses y que también dio por buenas cuando Susana Díaz recibió el apoyo del partido de Rivera. Conclusión: entre sus prioridades no está el ejecutar lo que cree más conveniente para el país… si eso no significa sacar a Rajoy de la Moncloa. Tomamos nota.

Si en España no existiera la estúpida disciplina de partidos y cada diputado se debiera por encima de todo a sus votantes y a su conciencia, imagino que a alguno le daría por ausentarse de la votación y permitir que haya Gobierno de una santa vez. Pero no, aquí la democracia es una farsa. Si mañana Pedro Sánchez dice que vale, que van a abstenerse, de inmediato todos los parlamentarios socialistas estarían de acuerdo. Y si pasado cambia de idea, pues lo mismo. Triste, muy triste.

Luego queda Rajoy, un señor que aburre a las ovejas y que casi parece que pide perdón por haber sido el único candidato en mejorar sus resultados en la segunda (de momento) de las elecciones nacionales que se han celebrado este año. Cual saco de arena, asume que le endosen el máximo papel protagonista en la corrupción y la creación de empleo de baja calidad, teniendo enfrente a los de los ERE y el paro galopante. El propio Rajoy parece aburrido de sí mismo, mal síntoma. La firma del pacto con Ciudadanos (su único socio, al margen del testimonial Coalición Canaria) ha sido de todo menos animosa, al nivel del sitio que le ha dado en su planísimo discurso de presentación de candidatura. Pinta que vamos a votar en Navidad. El resto de integrantes de la Cámara, enemigos abiertos de la Constitución actual, a medrar y politiquear. Todos, unos y otros, con sus pedazos de sueldos que me hierve la sangre de pensarlo.

PD: Dejo para el final a Otegi. El tipo tiene la cara de cemento al decir: “España no quiere el desarme de ETA” porque la ley le impida presentarse a lehendakari. Mira, Arnaldo, ¿por qué no lo hacemos al revés? Dile a tus amigos etarras que entreguen las armas y luego vemos si te presentas. Ya vale de ir de víctima. Ya está bien.