Si el grave problema al que nos podríamos enfrentar es a un posible colapso del sistema sanitario por avalancha de ingresos a cuenta del covid, lo lógico es concluir que la única cifra a la que tenemos que prestarle atención es al número de hospitalizados en relación a las camas disponibles. Hablar permanentemente de brotes como difusa unidad de medida, sabiendo de sobras que una pcr común es altamente imprecisa para identificar un foco viral que comparte gran parte de su secuencia genómica con otros virus de la misma gama, supone incurrir en un error a sabiendas. Es precisamente lo que pasa con el covid, de forma que se suceden los falsos positivos a porrillo.

Contar los brotes para calibrar la expansión del covid es muy poco científico y sólo sirve para mantener alto el nivel de miedo y estrés de la sociedad. No es tan difícil llegar a esta conclusión; en realidad es bien fácil. Estoy muy desencantado con los medios de comunicación masivos: todos sin exclusión hablan a diario de brotes y de positivos, pero jamás corrigen cuando dos semanas más tarde esos positivos se traducen en un número de casos que no nos pone en riesgo de un colapso, lo que debería ser el único escenario que nos haga modificar nuestro modo de vida. Recordemos que la tasa de mortalidad del virus en los últimos meses, una vez que se está tratando como es debido, es bastante baja. No debería haber motivos para la histeria. Pero hay histeria, vaya si la hay.

Todo está diseñado, por supuesto, con vistas a que no se pierda el negocio de la vacuna que nos tratan de meter por los ojos. Se ha desatado una carrera comercial para llegar el primero a vender esa vacuna, que, no lo olvidemos, se está desarrollando aprisa y corriendo, sin respetar los tiempos que la propia OMS (organización corrupta donde las haya) establece para que sea segura. Pues bien, los medios de comunicación masivos y apesebrados con dinero público nos venden como una gran oportunidad el que la población se presente voluntaria a probar las vacunas antes de fin de año. Aunque el oscuro Bill Gates se ha visto obligado a reconocer públicamente que se están produciendo secuelas graves en los ensayos… ¡los medios nos animan a ejercer de cobayas con unas vacunas de las que desconocemos los efectos secundarios a medio y largo plazo! ¿Estamos todos locos o qué esquizofrenia es ésta?

Mientras tanto, estos mismos medios jamás ofrecen, por ejemplo, una valoración de los pediatras en relación al daño emocional y físico que supone que nuestros niños respiren horas y horas con una mascarilla, y que vean a sus propios amigos del alma como un peligro potencial de contagio… sin que se hayan producido apenas casos de enfermos con edad escolar. Estamos causando un daño alto a los chiquillos. Esto es lamentable.

Y para rizar el rizo, estos mismos medios que le hacen el juego a las poderosas industrias farmacéuticas (mueven miles y miles de millones y sus tentáculos alcanzan a la independencia de la prensa) nos venden de forma risible y ridícula a un teórico portavoz de los que pensamos diferente, de forma que los que no comulgamos con la verdad oficial y única nos vemos reducidos a seguidores de… Miguel Bosé y de su nuevo espectral aspecto. Ellos no pueden promocionar como voz discordante a alguien razonable y preparado, por supuesto que no. Es muy antiguo eso de crear tu propio enemigo para anularlo, de forma que haces desaparecer la disidencia, pero está claro que el maquiavélico sistema todavía funciona a la perfección. ¿Nos venden a Miguel Bosé, el mismo que promocionó al muy infausto Rodríguez Zapatero a la Moncloa con la horrible cancioncita Defender la alegría, como el portavoz de los que pensamos diferente a lo que venden las televisiones? De verdad, tiene cojones la cosa.

 

La foto es de Libertad Digital.