Asisto estos días atónito a unas revelaciones inauditas en forma de grabaciones sonoras. La actual ministra de Justicia comparte mesa y mantel con su mentor, un ambicioso juez apartado del ejercicio de su cargo por cometer prevaricación (el peor de los delitos para los miembros de cualquier Tribunal) y con un grupo de policías capitaneados por un comisario que está en la cárcel por chantajista. No lo digo yo; el propio presidente del Gobierno lo señala con el dedo como muñidor de oscuros chantajes.

En esta conversación amistosísima que tiene lugar durante un almuerzo, dicha ministra informa a este taimado comisario de material susceptiblemente utilizable en chantajes (declara haber visto con menores a jueces y fiscales españoles en Colombia) y celebra que Villarejo (el tal comisario) se ufane de haber montado un puticlub para que las profesionales del sexo obtuvieran información de clientes relevantes y así tenerlos cogidos. Parece sacado del guion de una película de Coppola, pero es la pura realidad. Y aquí los cursis con piel de porcelana no se alarman por el hedor de este conchaveo político-judicial-policial… ¡sino porque en dicha conversación la ministra haya llamado “maricón” al actual ministro de Interior!

A ver si me he explicado bien: la ministra de Justicia ha sido grabada en conversaciones privadas repartiendo información sensible con un comisario que está en la cárcel por chantajista y al que el propio presidente del Gobierno llama eso, chantajista. En esta charla, la ministra comparte con este sujeto material sensiblísimo para ejecutar chantajes y, no conforme con eso, le aplaude que haya montado un lupanar para extraer informaciones de gente influyente. “¡Éxito asegurado!” han sido sus palabras literales al respecto. Y aquí el personal se solivianta porque haya llamado “maricón” a un colega, lo que no deja de ser una grosera falta de educación, pero no un posible delito.

– Sí, se ha explicado usted bien. Y no podemos olvidar que la ministra mintió al decir que no conocía al tal comisario Villarejo. Es obvio que el presidente del Gobierno habrá tomado medidas y la habrá destituido de inmediato o al menos pedido explicaciones sumarias y urgentes…

– En realidad, mi querido amigo, el presidente se ha limitado a decir que ha venido “a limpiar” y que “ningún chantajista me va a marcar la agenda”.

– Ja, ja. Qué gracioso es usted. No, en serio, cuénteme cómo se ha desarrollado la destitución, quién se ha propuesto como sustituto y cuál ha sido el discurso de la oposición al conocerse un hecho tan grave como que una fiscal en ejercicio, porque esta ministra lo era cuando fue grabada, ¿verdad?, haya sido conocedora de un posible delito y no haya hecho nada al respecto.

– Me temo, mi querido amigo, que no soy tan gracioso. El presidente ha respondido exactamente lo que le he contado. Al igual que quizás le sorprenda que su reacción ante una jornada de enfrentamientos violentos en Cataluña, alentados por el propio presidente de la Generalidad, haya sido… colgar un tuit. A este hombre, ya lo sabe, le encanta vivir de anuncio en anuncio ganando días al calendario.

– Disculpe que no pueda aguantar la risa. Es usted de lo más imaginativo. Si eso que cuenta fuera cierto, la oposición y la opinión pública se habrían comportado de forma demoledora…

– Deje que le diga que la oposición no parece concederle demasiada importancia a esto que le he contado. Y además, sepa usted que el actual presidente del Gobierno, el mismo que hace meses exigía dimisiones por copias en tesis, sería el candidato más votado en unas próximas elecciones a tenor de lo que señalan las encuestas oficiales. Todo este embrollo no ha supuesto ciclón alguno.

– Calle, calle. Me acaba de sugerir usted una idea sensacional para una novela de espías. Venga, le invito a una cerveza. Ese país donde usted vive es una mina para las tramas surrealistas…

 

La foto es de La Vanguardia