Pep Guardiola se ha cubierto de gloria. Quizás hable de «Estado opresor» y de «persecución» a modo de cortina de humo para que nadie repare en que cuando no cuenta con el mejor jugador del mundo a sus órdenes se convierte en un entrenador incapaz de competir al máximo nivel. Da igual; quizás mañana opine lo mismo de Qatar (o no), pero no deja de ser risible que un país que define de forma tan horrible le permita insultarlo en público de esta manera y no tenga la coherencia de devolver lo cobrado por vestir su camiseta nacional en una cincuentena de ocasiones. En fin, allá él y su distinguida alopecia. Es mucho menos relevante de lo que pretende. Sus formas le han perdido.

Podría haber argumentado de manera más elegante su deseo de independencia para Cataluña, y posiblemente habría resultado más efectivo. La agresión verbal no es el camino para buscar soluciones. En cualquier caso, hoy hace demasiado calor como para estirar el chicle de este argumentario. Tan sólo me asalta una duda. A ver si la explico bien.

La sinécdoque es un tipo de metonimia que suele asociar la parte por el todo. Guardiola sostiene que sólo los catalanes tienen la autoridad y competencia suficientes para decidir sobre un asunto que afecta al conjunto de ese país que todavía responde por el nombre de España. Y que la razón de esa tesis reside en la defensa de la democracia, en que el pueblo debe poder expresarse. Evitemos el debate de justificación histórica y demos por bueno el razonamiento: es lícito que una parte decida por el todo y hay que dar valor jurídico a la decisión de esa parte únicamente votante. Mi pregunta es la siguiente: si esta tesis es válida, debe serlo igualmente que haya que respetar el voto de una unidad menor que se sienta con la capacidad moral de decidir sobre su propio destino. Y así, ad infinitum.

Es decir, en aras de esa inquebrantable voluntad democrática que asegura profesar Guardiola, si los habitantes de Barcelona capital votan no a la independencia, Barcelona capital debería seguir siendo España aunque en el global de los votos catalanes ganase el sí. ¿O no? Y lo mismo habría de ocurrir con Mataró o Cadaqués. ¿Y con algún barrio? Pues formalmente así debería ser, no detecto motivos para lo contrario. Si no, Cataluña pasaría a funcionar como un Estado opresor, y eso no sería algo con lo que comulgaría alguien con una ética tan sólida como Guardiola, digo yo.

 

Lo dicho, hoy hace mucho calor. Mejor voy a coger un abanico.