Escuchado a un colega razonablemente histérico (me ahorraré las comillas): en una semana he conocido que de aquí a nada no merecerá demasiado la pena mantener la disciplina creadora —literariamente hablando— de escribir y pensar en escribir de forma recurrente, porque la máquina, ese oxímoron llamado Inteligencia Artificial, te librará de esa incómoda labor creativa y ejecutiva. Los llamados «asistentes de escritores» nos ayudarán a generar más contenido de forma veloz. ¿Qué más da si eso significa a medio plazo desaparecer del mapa suplidos por la máquina —y quien comanda sus algoritmos—? No proteste; si se atreve a hacerlo, será considerado sospechoso de ir contra el progreso.

Al parecer, el que una cosa se pueda hacer significa que esa misma cosa se deba hacer. Al máximo de sus revoluciones, sin medida, a todo meter. Que uno le pide a la máquina que le diseñe una trama, que le proponga giros dramáticos, que le diga cómo sería adecuado enfocar su texto o bautizar a sus personajes… ¿Qué mente del Paleolítico podría negarse a tal avance? Con la máquina, su producción de manuscritos se multiplicará hasta el infinito, y más allá.

Por cierto, también lo hará la de sus colegas, con lo que iremos a un récord nunca acabado de producción. ¿El caos? Qué más da, la cosa es producir sin parar. Si eso significa no diferenciar lo humano de lo artificial, usted se calla y no moleste. Recuerde que, si no le parece bien este avance propulsado por los mismos que gustan de fabricar virus para poder confinar e inocular, es que usted es un arcaico que desea vivir en una cueva sin luz eléctrica ni agua corriente.

Imaginemos, que todavía está permitido: esto de los asistentes de escritores no es el final. Claro que no. Quizás después venga la desaparición de los escritores, porque se le pedirá a la máquina que nos fabrique ad hoc el libro que queramos leer o la película que deseemos ver. Da igual si los actores estén fallecidos o no, se recrean y punto. Total, pretender diferenciar la verdad de la mentira es de antiguos, de gente obtusa reacia al progreso.

Y quizás, un poco más adelante, pues todos —esto no va sólo de los escritores— en casita, sin oficio ni beneficio, con una paguita —si la hay— y un casco de realidad virtual que nos haga creer que estamos en la playa. La cosa es que usted no moleste, no piense y no se relacione con los demás. «No tendrás nada y serás feliz». ¿Dónde he leído yo eso…?

 

El gráfico es de Amino.