La RAE define ensueño como una representación fantástica de quien duerme, una ilusión o fantasía. Este término tan peculiar es el que ha servido como ¿base jurídica? para que el Tribunal Supremo haya sentenciado que lo que sucedió el pasado uno de octubre de 2017, cuando el Parlamento de Cataluña declaró de forma unilateral la independencia de España, se enmarca dentro del delito de sedición y no del más grave de rebelión. Es obvio que se trata de una resolución cocinada políticamente para hacer ver que se hace algo, que todo no sale gratis, mientras Pedro Sánchez, un tipo con los principios móviles y que vive gestionando encuestas, cede bajo cuerda la gestión de la condena a la Generalidad, lo que equivaldrá a la puesta en libertad de los condenados en un plazo corto.

Al margen de todos estos tejemanejes que usted conoce de sobras y de la incertidumbre que se cierne sobre el futuro de una nación en permanente discusión y con cíclica aparición de episodios terroristas, lo cierto es que después de años de adoctrinamiento y de mirar para otro lado por parte de Madrid, hay dos millones de catalanes que hoy día creen con fervor que no cumplir la ley es algo digno de aplauso, que viven sojuzgados, incluso ocupados, y que los otros catalanes que piensen lo contrario no son buenos catalanes y por tanto merecen su desprecio. Y creen todo esto de veras, no de forma impostada. Piensan que hacen lo correcto.

De poco o nada vale ya intentar la pedagogía que no se ha practicado durante décadas, mientras que el virus del maldito nacionalismo se extendía como gangrena. Parecemos idiotas que han olvidado que todas las dictaduras encuentran apoyo en la población únicamente cuando el pueblo entiende que más vale perder una cuota de libertad que vivir con permanente miedo a perder la vida y la propiedad. Hemos olvidado nuestra propia historia, qué triste.

Mi pregunta es: ¿hay alguien que salga ganando con un país en llamas en el corazón de Europa, al borde de un cisma? Lo lógico sería decir que no, pero voy a arriesgarme en mi respuesta. Voy a conjeturar. Considero que posiblemente sí hay ese alguien y mi pensamiento apunta a Rusia y todavía más a China. Creo que ya nadie duda de que el gigante asiático será la primera potencia mundial en 2050, quizás antes, y que su actual política exterior consiste en ‘comprar’, secuestrar es más apropiado, los recursos de multitud de países africanos y americanos mediante el control de gobiernos débiles y títeres. ¿Le interesa a China que Europa apoye a Estados Unidos y le haga contrapeso? Por supuesto que no. Pekín estará encantado si el Viejo Continente es cada vez una referencia más débil, se diluye en peleas intestinas y en una política de acogida migratoria masiva de difícil digestión. Quizás por eso no sea de extrañar que China haya ofrecido, por los canales que se mueven estas cuestiones, cientos de millones de euros de auxilio a una supuesta naciente República Catalana.

Esa jugada, por el momento, se ha frenado, pero sepamos que el coste de esa ‘ayuda humanitaria’ sería poder disponer de una base militar naval en suelo catalán. Así funciona la Geopolítica, ese oscuro negocio que condiciona nuestras vidas sin que nos demos cuenta, y así se las gasta la dictadura más perfecta del mundo. Estaremos atentos al próximo movimiento, aunque reconozco que no intuyo cuál será. Lo único que me parece probable es que unos cuantos de los que mandan en China no estarán muy disgustados al ver arder las calles de Barcelona.

 

La foto es de El Periódico de Catalunya