– ¿Cómo dices?, ¿una votación para que el electorado apruebe si un candidato puede o no comprar con su dinero lo que desea? Imagino que esto que me cuentas habrá sucedido en un país comunista. Bueno, no, porque si se ha votado no puede haber sido en el comunismo. Pero es que eso de que no esté claro si una persona puede gastar su dinero en lo que le dé la real gana es sólo propio de dictaduras… o de gente enferma. Porque hablamos de dinero legítimamente ganado, ¿no?

– Sí, que sepamos no se trata de un hurto. Aquí el asunto es que este candidato había acusado a sus colegas de indignos por gastarse su dinero en un buen piso. Y, claro, ahora que él se ha comprado un casoplón, ha decidido que debía preguntar a los afiliados de su partido si están de aprueban esa adquisición. Me parece coherente.

– ¿Y los afiliados no creen que su líder es un idiota que se debería centrar únicamente en procurar que todos los votantes pudieran mejorar su vida para aspirar a casoplones? ¿Lo siguiente va a ser consultar qué muebles va a comprar para decoración?

– Hombre, yo creo que es un ejemplo de honradez eso de pedir la legitimación de los correligionarios.

– A mí me parece una imbecilidad. El problema es que a ese político tuyo no le entre en la cabeza que prosperar es una aspiración digna. Y que él no es nadie para valorar en qué se gasta el dinero cada uno. ¿O no?

– Esto… De la piscina y de la casa de invitados, mejor te hablo otro día.

 

(la foto es de Expansión)